30 abr 2019

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Dos buenas razones, solo dos, para hacer las programaciones didácticas

Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay

Las programaciones didácticas siempre han estado en el lado oscuro de la profesión docente. En la parte de las cosas que hay que hacer por obligación, por ley, y a las que se les otorga escaso valor.
Durante mucho tiempo cada docente las ha sufrido en silencio y todos procuraban conseguir una copia de un tercero, por si necesitaba acreditarlas.
Las editoriales aliviaron esa situación ya que facilitaban las programaciones que iban asociadas al uso de sus libros de texto: eso era un copiar y pegar sin mesura, porque era una forma de resolver el agobio general.
El hecho es que nadie le veía la gracia a las programaciones; ni la gracia, ni la utilidad. Se hacía lo que siempre se había hecho: ver lo que había "que dar" y hacerlo siguiendo el libro de texto. Para eso no se necesitaba ninguna programación.

La LOE, la madre de todas las competencias

Con la LOE entran en escena las competencias básicas. Las competencias llegaron, se quedaron y todavía no se han digerido. Son como el traje del emperador, todos dicen lo importantes que son pero nadie ha visto la forma de manejarlas o tenerlas en cuenta en el aula.
Creo que hay un problema serio de definición y de diseño. En ese sentido, es cierto que en educación, cada vez, se entiende mejor lo que es una competencia, pero todavía no se ha especificado el alcance de cada una de ellas, a excepción de la competencia digital que está bastante desarrollada. ¿Qué significa tener adquirida la competencia de aprender a aprender? ¿cuándo se consigue la competencia en comunicación lingüística? ¿y las competencia sociales y cívicas?

La LOMCE y sus complicaciones

Con la LOMCE aparecen los estándares de aprendizaje evaluables y las competencias dejan de ser básicas y pasan a ser claves. En ese momento la programación se convirtió en algo imposible y el embrollo era monumental. Curiosamente, tampoco se ayudó ni se formó al profesorado sobre cómo incorporar esos nuevos elementos en la práctica diaria. Todos sabían que existían las competencias claves y los estándares de aprendizaje, pero nadie sabía cómo utilizarlos de forma concreta; era la casa de los líos. En esa situación de incertidumbre se aprovecharon algunos para hacer negocio y se erigieron en sacerdotes de las nuevas creencias. Cuando cerraron el negocio, porque había aparecido una nueva moda pedagógica, dejaron el terreno baldío.
Al final, se concluyó que la forma de incorporar las competencias claves en la programación era a través de los estándares de aprendizaje: cuando se diseña una unidad didáctica se tienen que señalar los estándares que se van a trabajar y, además, a cada estándar se le asociaba a una o varias competencias claves. Esa era la forma concreta de trabajar las competencias claves. Entiendo que eso es un acto de fe, pues tendré que confiar en que una competencia determinada se consiga mediante la superación o adquisición de las decenas de estándares que, de forma subjetiva, cada docente asigne a esa competencia. No es una fórmula consistente y carece de toda lógica, pero es lo que se recoge en la legislación actual.
Tema aparte es el de la evaluación por estándares, que genera gran desconcierto y, sobre todo, choca con inercias muy enraizadas. Tengo previsto tratarlo en otra entrada.
Finalmente, están otras consideraciones que se han utilizado en contra de las programaciones y que tienen interés: la imposibilidad de predecir los procesos de aprendizaje, la necesidad de adaptarse a lo que va surgiendo en la clase y, por tanto, no someterse ciegamente a un guión establecido previamente, la conveniencia de que el aprendizaje se produzca en un ambiente distendido, creativo, participativo y menos rígido,

Finalmente, las dos razones para hacer programaciones didácticas

El marco escolar es como es y, según parece, se tardará mucho en cambiarlo: algunos lo describen como aulas o compartimentos estancos donde recluimos a nuestros alumnos 5 ó 6 horas cada día para que adquieran los aprendizajes establecidos en el currículum.
No hay duda de que tenemos unas condiciones físicas y un currículum previamente fijados, que condiciona, en gran parte, el trabajo de un docente, pero hay un margen de maniobra que se encuentra, entre otras posibilidades, en las programaciones didácticas.
En primer lugar, la programación es un instrumento, muy profesional, que permite al docente tener control sobre el proceso de aprendizaje: él tiene que seleccionar los estándares que se van a trabajar en cada unidad y, además, tiene que decidir la importancia que se asignará a cada estándar. Esos dos aspectos son de suma importancia, de tal modo que si no es así se transfiere el control al libro de texto. Tenemos muy buenos profesionales en nuestras aulas de primaria y secundaria que, a través de la programación didáctica, pueden dar un valor añadido extraordinario a los procesos de aprendizaje.Todo ello, a pesar de esa vertiente negativa de las programaciones.
En segundo lugar, la programación didáctica permite al docente, y sobre todo al alumno, ser consciente de los aprendizajes que se van a gestionar en una unidad. Si el profesor tiene claro qué se va a aprender podrá transmitirlo de muchas formas a los alumnos. Eso es de vital importancia para los alumnos que tienen, en algún momento, dificultades de aprendizaje. Son estos alumnos los que más pierden cuando no existe la referencia clara de la programación didáctica. Sobre este asunto he recogido un relato en otra entrada de este blog: Maestro, yo soy de apoyo







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