7 may 2023

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Tiempo de cambios: una nueva inspección educativa es posible

Anda el mundo educativo de mudanza. Una mudanza larga, de dos años, para dejar aparcada la LOMCE y poner en marcha la LOMLOE. Por ello, estamos todos ocupados en asimilar los nuevos conceptos y en adoptar nuevas formas de llevar a cabo la tarea docente. Así pues, vivimos tiempos de cambios y de inseguridades hasta que, al final, veamos si todo sigue igual, pero con distinto nombre, o si se ha transformado algo... Dice José Antonio Marina que el sistema educativo es como un gran dinosaurio adormecido con un enorme potencial que necesita ser activado continuamente.

Este escenario de cambio es una oportunidad para plantear la conveniencia de que la Inspección Educativa de Extremadura se transforme y se adapte a la nueva realidad. Es la ocasión de abandonar los esquemas, las formas y las estructuras de una institución que fue pensada para otros tiempos en los que lo importante era la relación jerárquica cuasimilitar, el control del mayor número posible de procesos,  la disciplina y la dependencia del gobierno de turno. 

La razón es clara: el uso de elementos tales como el control, la supervisión, y la potestad disciplinaria no  contribuyen, por sí solos, a la mejora del sistema. Como mucho suscitan temor y la sensación de "mandar", pero poco más. En ese sentido, recuerdo que un inspector convocó una reunión de directores y al explicar, antes de la reunión, el objeto de la misma dijo que "lo importante es que vean quién está arriba y quién está abajo". Esa escena describe, gráficamente, una forma de entender la inspección educativa desfasada e ineficaz que hay que superar.

Si lo importante es la mejora del sistema educativo para conseguir que todos los alumnos tengan la mejor experiencia educativa posible, estaremos de acuerdo en que se deben potenciar dinámicas que permitan esa mejora constante en los centros. Eso solo ocurre cuando hay un compromiso explícito de un equipo docente de revisar su práctica docente y, a partir de ahí, plantear nuevos y contantes retos. Se pueden organizar decenas de congresos y jornadas multitudinarias,  cientos de cursos y postureos varios, que, como mucho, se traducen en un puñado de likes en las redes sociales; sin embargo, un centro no evoluciona, no mejora, hasta que no surge un grupo de docentes que toman la decisión de hacerlo posible.

Por eso, la inspección educativa, en sus planes de trabajo, tendrá que priorizar eso, la creación y el cuidado de grupos de docentes que se involucren en un proceso colectivo de mejora de su propio centro. Para ello, entiendo que la inspección educativa tiene que facilitar y favorecer el avance de los equipos de docentes en tres aspectos fundamentales: el currículo, la evaluación y la gestión del centro. La inspección puede y debe facilitar la gestión del currículo proporcionando herramientas y orientaciones y, sobre todo, poniendo en valor y difundiendo las experiencias de cada centro en su forma concreta de implantar el nuevo currículo. Además, la inspección debe fomentar el debate y la reflexión sobre la reducción que se hace utilizando la evalución solo para calificar, con la idea de que se implante con más fuerza la evaluación formativa. Finalmente, la inspección tiene que explorar y proponer nuevas y mejores formas de gestión de los equipos docentes, creando el caldo de cultivo necesario para que surja el compromiso y la decisión de implicarse en el proceso de mejora del centro. Sobre esto último es destacable el esfuerzo que están realizando varios inspectores para establecer un perfil de centro que pueda servir de referencia  en ese proceso de mejora.

Finalmente, hay razones para el optimismo, ya que el cambio que se propone es posible y está cercano: en Extremadura hay bastantes inspectores e inspectoras que piensan y actúan de acuerdo a la nueva vía que aquí se dibuja y hacen posible que, poco a poco, la inspección sea independiente y, sobre todo, sea un instrumento poderoso de cambio.

 
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